sábado, julio 22, 2006

Grito


No importa lo que diga, no importa lo que haga. Si no es la estupidez humana es el ácido y cruel humor divino. ¿Qué más da? No importa, no me importa ya aunque se que me importará en una hora, dos o quizá hasta mañana. El final es siempre el mismo, sin variante alguna, lo saben ustedes: sí, un prolongado, desgarrado y demoledor grito que no lleva una sola pizca de catarsis, ni una sola y maldita, acaso un malestar y un dolor en la garganta por el esfuerzo inútil, nada más.

miércoles, julio 19, 2006

Chupando y aplaudiendo

Decía Oscar Wilde que cuando uno toma vino en cantidades insuficientes solamente se emborracha, no se si habrá tenido razón, pero sí se que eso de las copas, las botellas, el salud y pásame otra que me estoy poniendo bien crudote tiene más mística que lo que los estúpidos del NACE (No A Conducir Ebrios) quieren hacer parecer.
No se, quizá estoy meditando en frivolidades por no entrar en cosas más complicadas de mi vida, pero al menos libera un poco pensar que esas largas noches y madrugadas tienen cierto misticismo (salud, raza), que al destapar una tras otra las Coronas, las Indios, las Montejos (tengo una cita con ustedes hoy, queridas) y ese infinito etcétera que va de la A de Appleton a la Z de un viejo vino alemán cuyo nombre me resulta impronunciable, cortesía de un viejo amigo, han servido de mucho más que para emborracharme.
Recuerdo un diálogo delicioso entre Micheal Douglas y Katie Colmes (sí, es en serio) en Gonder Boys, donde la nena de Tomas Cruz le dice “quizá deberías tratar de no escribir ‘bajo la influencia…’”, refiréndose a que se fumaba cigarros verdes que no eran precisamente Marlboro Mentolados antes de sentarse frente a la máquina de escribir. Entonces el gran Douglas le responde “Te sorprenderá saber que escribí ‘bajo la influencia’ una novela que ganó un premio que por cierto, acepté ‘bajo la influencia’”.
Hay mucha historia en esto, claro: Los Doors y todos los hippies hablaban de las drogas y el alcohol como mecanismos para abrir la mente aunque terminaron como forma de abrir la tumba; México tiene una historia larga y tupida de artistas –escritores y no –que le pegaban bien macizo a cualquier cosa que les hiciera sentirse Jesucristo caminando sobre el agua (“Pero Padre, me hundo”, “hombre de poco vicio, quémale más”).
Alguna vez Enrique Bunbury contó que “La sirena varada” (una de las mejores rolas de Los Héroes del Silencio) la escribieron tras un profundo pasón de hachís.
Y bueno, ni hablar de Sabina, aunque el maestrazo no le hace tanto a la mota (al menos no expresamente) sino al vino y la cerveza.
Si nos pasamos a los territorios periodísticos, Silva no me dejará mentir cuando digo que durante años las cantinas no sólo eran lugares de gran tradición para el encuentro y la sana convivencia entre varones responsables (el lenguaje diplomático es la neta), sino que además eran caldos de cultivo para las notas de ocho columnas: desde el Mingo’s hasta el Indio Azteca, y bueno, hoy mismo vemos que después de que Moani recoge el último envase vacío en la última mesa del Brasil hace su arribo la misma concurrencia de la noche anterior, sólo que menos peda, muy cruda y con grabadoras en la mano en vez de Indios para atender la primera rueda de prensa dominguera.
Y bueno, creo que muchas de mis charlas más interesantes con la gente más interesante han sido pasadas las seis cervezas y el quinto vaso de whiskey, salvo contadas excepciones.
Quizá ahí es donde entran los eufemismos que distinguen a los “intelectuales bohemios” que los “24 por violencia familiar y lesiones” (para quienes no lo sepan, 24 significa “detenido” en el código mil utilizado por los polis).
En “Closer” el wey que escribía esquelas utilizaba “Muy sociable” para describir a un alcoholico, y bueno, mi estimada maestra Ascensión (oh, qué días aquellos) se refería a mi persona como “una persona muy buena, muy inteligente que sabe mucho, pero muy… bohemio”.
En fin, creo que tanta filosofía no sirve para nada: el alcohol es alcohol y no hace más inteligente a nadie, acaso nos expone más y punto. ¡Y Salud!

I'm changin...

Ante numerosas quejas por la dificultad de lectura con el fondo negro y la mamonería de algunos posts, modifico al menos el formato. Salutes.

lunes, julio 17, 2006

Quit

Llevo tiempo pensando acerca de este post, una teoría que he venido masticando a raiz de un texto que lei en el blog de Toño Ramos, hace ya varios meses. No era el mejor post de Toño, de hecho era uno de esos deslices melancólicos que todos los escritores y artistas padecen de vez en cuando. En ese momento Toño hablaba de a qué cosas habiá renunciado con tal escribir, manifestando así su amor y compromiso con la literatura, como si se detuviera en medio de la carretera para ver cuánta gasolina había consumido hasta el momento y cuántas vías había dejado de tomar para llegar al punto donde se encontraba.
Le dejé un mensaje en esa ocasión. No recuerdo las palabras exactas, pero eran algo así como “lo primero a lo que un escritor debe renunciar es a ser leído, que todo lo demás sea consecuencia”. No recuerdo las palabras exactas, pero más o menos fue lo que quise decir.
No se de dónde salio la idea que le dejé como firma en su blog, pero se quedó comigo mucho tiempo y persiste hasta hoy. Renunciar a ser leído... ¿Por qué diablos se me ocurrió?
Nietzche escribió una vez, “los artistas como a mí me gustan, sólo piden dos cosas: su pan y su arte”, en el entendido de que el arte es un valor en sí mismo y si se busca obtener otros valores a trevés de él terminamos por desvirtuarlo, finalmente si el arte deja dinero, fama o lo que sea, es una consecuencia indirecta, nunca parte de una ecuasión definitoria.
Por eso hablaba más arriba del amor y el compromiso con la literatura expreso en una serie de renunciamientos, los renunciamientos de Toño.
Cuando leí el texto mi impresión fue que no habí mayor muestra de ese compromiso que renunciar a que nuestra literatura llegara a algún lector y se convirtiera hasta cierto punto en absurda, aunque si analizamos todos los puntos de vista todo arte es y no es absurdo al mismo tiempo.
Pensaba en Kafka: antes de morir, el flacucho y enfermizo Franz le pidió a un amigo cercano destruir todos sus escritos, absolutamente todos, desde “La Metamorfosis” hasta “Carta al Padre”, y el amigo juró que lo haría. Obviamente el hombre no lo hizo y gracias a esa traición cientos de escritores posteriores se inspiraron en las densas neurosis de Franz.
Sin embargo él no buscaba eso, él no quería eso. El simplemente escribió por una razón que quiza ni siquiera exista y guardó todo en un cajón. Eso es lo que para mí, le da el valor supremo a la literatura de Kafka: no quería ser nada, sólo quería (o necesitaba) escribir.
En ese entonces veía la petición de Kafka como el mayor de los renunciamientos por la literatura y así permanecí algunos meses.
El problema en esto es que lo seguí meditando (eso siempre es un problema) y Sade apareció en mi cabeza.
Hay una contradicción y una coincidencia de fondo entre Kafka y el Marqués de Sade: ambos renunciaron, sí, pero el checo renunció a ser leído con tal de no exponer sus demonios internos (quien haya leído Carta al Padre sabrá de qué hablo), y el segundo renunció a su libertad, a su dignidad y a su nombre con tal de exponerlos con lujo de detalle.
Sobra decir que se escucha más poético de lo que fue en realidad y que mucho tuvo que ver la fatalidad, pero es un hecho que Kafka no quiso publicar y Sade siguió escribiendo aun cuando sus textos (además de violar a su cuñada y otros encantos) lo habían llevado a prisión y al manicomio.
Quién es el valiente y quien es el cobarde, es lo que me pregunto. Quizá el compromiso de Kafka no era tal y renunció a sus lectores sólo por cobardía de que vieran dentro de él con literatura tan subjetiva y endemoniadamente dolorosa, o quizá Sade fue un simple necio y no el revolucionario que biógrafos y hasta películas quieren mostrar.
En todo, creo que el sacrificio de Kafka es más fuerte pues sus demonios eran mucho más feroces que los de Sade. Imagino el terror y la ansiedad que le ha de haber provocado la sola idea de que su padre y su familia leyeran lo que escribía y sin embargo, lo escribió, todo, con un detalle y una pasión que sólo se comparan con la frustración y la incertidumbre que se describen en ellos.
No sé que habrán significado para Franz los textos que escribió a lo largo de su vida, pero quiero pensar que los tenía en gran estima o con sentimientos muy contradictorios pues sabía que frente a su padre jamás podría publicarlos, al menos no tal cual estaban escritos.
Es ahí donde se me ocurre un nivel más de renunciamiento, ya no a lectores o a fama y fortuna, creo que hay un punto donde el respeto ya no es a nuestra literatura o a lo que escribimos, sino a la literatura en general, en sí misma, al mostruo que tratamos de alimentar con cuentos y novelas cortas y largas.
Más de una vez he dicho que la única libertad absoluta que conozco es la de la hoja en blanco, el único libertinaje, la libertad que “es como el poder, no se da ni se quita, sólo se ejerce”. Kafka vio perdida esa libertad y por eso prefirió quemar sus escritos.
Ese es el fondo de todo, donde todo acaba con la esperanza de que realmente exista un fondo, donde nos damos cuenta que el mayor renunciamiento por compromiso con la literatura, cuando vemos que ya no hay absolutamente nada más a qué renunciar ni otra manera de defender, es el renunciamiento a la literatura misma. Nada más. Mejor el silencio que la palabra arrodillada. Mejor no ser nada que un recuerdo olvidado. La literatura que no es libre, libertaria y libertina vale más que no exista en lo absoluto. El mundo no la necesita. Eso es, volviendo con Nietzche, ser "demasiado cobarde para pecar". Salud!

miércoles, julio 12, 2006

Apollogies

No se en qué pensaba Cobain al escribir esto, pero hoy me viene muy bien...

What else could I be?
All apollogies...
What else should I say?
Everyone is gay...
What else should I write?
I don't have the right...
What else could I be?
All apollogies...


In the sun,
in the sun I feel as one...