martes, agosto 23, 2005

Ocio oficinista

Agua fría en botella de Bonafont. Mi nariz me pica a sobremanera lo cual me habla de una alergia a algo que aun no termino por descifrar, al carajo; no me importa. El trabajo se acumula en mi cabeza pero por razones varias no tengo intención de sacarlo adelante en los próximos minutos. Algo... Algo me aprisiona. Un desinterés en todo. Quizá sea un síntoma de alguna enfermedad postmoderna, o quizá de la simple postmodernidad... El desintérés, la apatía, la nada. Pero no, no lo creo. Siento una necesidad enorme por retomar la pantalla y el teclado y terminar de una vez por todas ese maldito cuento que me ha tenido como imbécil agregándole dos líneas cada tercer día... Pero no lo hago. Anoche le agregué un par de páginas no tan malas pero tampoco tan buenas. Al menos me sirvió para reconciliarme con la dinámica de escribir en casa, de romper con la rutina autómata de oficina-coche-casa-cena-televisión-dormir, como quien logra arrancar un ladrillo en una pared enorme... El problema es que todo lo que tengo es un hueco en un muro. En fin... quizá debería salir temprano, emborracharme en cualquier cantina, tomar el coche y estrellarme en Constitución contra cualquier cosa que se mueva. Así al menos si no escribo, haré que una decena de reporteros policiacos se acerquen a mi cuerpo ensangrentado como aves de rapiña y escriban páginas de tinta amarilla sobre papel periódico que bien podría ser papel higiénico, con todo y mi nombre con descripción y generales. Salute.