miércoles, agosto 17, 2005

My afroamerican mind


Alguien me decía hace poco que tengo una mente negra. Que tengo una visión negra. Que tengo un humor negro (De dónde habrán sacado esa pinche idea, carajo). Pues bien, no me gusta opinar sobre si soy de tal o cual manera, siempre y cuando se me permita ser de esa manera. El punto es el siguiente: sí, tengo una visión enfermizamente negra de las cosas, de la vida, de la existencia; estoy de acuerdo con Camus en que el único dilema filosófico realmente importante es el suicidio y en que la vida no tiene sentido; estoy de acuerdo con ciertos grupos anarquistas en que a esta civilización ya se la cargó la chingada por culpa de toda nuestra historia, y coincido con Shirley Manson en que sólo se puede estar feliz cuando llueve. El punto de todo esto es que (y en parte a eso me refería cuando escribía los dos ejercicios estúpidos más abajo) ahora resulta que en este ente cada día más amorfo que llamamos civilización uno no sólo debe ser cuidadoso de sus acciones, sino también de sus pensamientos, que los pensamientos vibran como diapasón y generan todo esa efecto mariposa del que hablaba.
Entonces: ¿hasta dónde somos libres si un pensamiento pesimista, si la filosofía oscura y existencial, si "una mente negra" que no se proyectan al exterior más que con actitudes inherentes a la personalidad de cada quien tienen efectos en terceras personas?
Me estoy deviando: Lo que quiero decir es que el pesismismo, la negatividad, el hiperrealismo como visión de la existencia, el absurdo que nos adorna, no sólo son parte de esta realidad social, de este contexto, en buena parte son sus hijos.
Hermanos míos: defiendan su amargura como a ustedes mismos, amen su depresión como a ella los ha amado y no caigan en la tentación de una sonrisa complaciente. La vida es absurda y cuando los optimistas se den cuenta de ello será ya demasiado tarde, nosotros tendremos el control.