Ejercicio estúpido
Silencio. Silencio. Un minuto de silencio. Un momento tan sólo. Sólo un instante. Calladitos. Sin decir nada. Sin sonidos, palabras ni expresiones de ninguna clase. Estoy esperando algo. Sí, “algo”. Simplemente “algo”.Estoy esperándolo. ¿Que qué es? No tiene caso decirlo, es estúpido. En serio. No importa. No tiene sentido. Bueno… Ya que insisten: El sonido de la libertad. Sí, eso es. Tan solo eso. No importan las razones. Solamente quiero saber cómo se escucha. Qué voz tiene. En qué idioma habla. Qué rostro tiene. La libertad abstracta, sin forma ni límites. Libertad. La libertad más allá de cualquier frontera y orden. La libertad más allá de condiciones, incluso de la condición humana. Un monstruo amorfo. Una entidad etérea. Una libertad que no inventaron los hombres, que nació con el mundo. Antes del mundo. La libertad plena, total, absoluta. Voraz. Aterradora. La libertad apabullante. La libertad que crea y no es creada. La libertad espada que atraviesa la realidad, el universo, todo. Una libertad sin dios. Una libertad sin vida ni muerte. Esa libertad. Sí, ésa… Quiero escucharla. Quiero sentirla. Su voz, su timbre, sus agudos y sus graves. Por eso todos en silencio, callados. Calladitos. Esperemos un momento a que hable la libertad. Sí, va a hablar. Tiene que hablar. No puede estar callada para siempre. No puede dejarnos esperándola. Su idioma. Su lenguaje. La sintaxis perfecta de sus frases. Ya por favor, silencio… No dejan escuchar nada. No se oye… No la escucho… En cualquier momento puede hablar. Esperemos. Sigamos esperando. Estoy seguro de que hablará.
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