jueves, diciembre 08, 2005

El suicidio impotente

Tomo la pistola con la mano firme. Siento la cacha helada al contacto con la piel. Un escalofrío me recorre la espalda y me hace dudar por un instante. Esos nervios cobardes que, carajo, siempre aparecen. Acerco el cañón lentamente a la altura de la frente. Mis ojos vidriosos tiemblan al ver el hoyo oscuro y profundo en el fondo del acero. El índice derecho acaricia suave el gatillo. Casi con ternura temerosa. Cierro los ojos al dar un último respiro. Inhalo profundo y exhalo ruidosamente. Las manos me tiemblan de modo incontrolable. Esto lo he soñado, lo sé. Aprieto el arma con mas fuerza y cerrando los ojos jalo del gatillo. Un disparo ensordecedor que sé escucharon lejos de aquí. La policía pronto vendrá. En tanto, mi figura se desmorona y miles de esquirlas brillantes y en trozos que se estrellan contra el piso rompiéndose en miles de pedazos más. Un escándalo fugaz. Un grito con voz de pólvora.
Y yo sigo ahí de pie en el cuarto de baño. Seguro papá y mamá vendrán corriendo en cualquier momento para ver lo sucedido. Gritarán cuando me encuentren. Gritarán hasta quedar afónicos. Y yo estaré aqui de pie, petrificado entre los millones de pedazos de cristal regados en el piso, pensando como pienso ahora que disparar contra mi figura en el espejo no es la efectiva catarsis que había supuesto.

1 Comments:

Blogger Tramontana said...

Hay una mezcla entre distancia y presencia que lo hace sentir muy real.

8:24 a.m.  

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