miércoles, agosto 09, 2006

"Tu madre ha muerto"

Llevo tiempo pensando en este post…
Alguna vez Milenio Semanal publicó una especie de artículo relativo a la escena de “Bambi” donde muere su madre. Todos la vimos, no finjamos. No recuerdo el nombre del autor del artículo, probablemente fue Jairo Calixto Albarrán, Xavier Velasco o alguno de ese grupo, pues tenía todo el estilo que los que se manejan todavía en algunos espacios del periódico y la revista. Pero eso no importa.
El artículo estaba redactado en primera persona y trataba de describir el impacto que significó para los que hoy pasan de los 30 y rozan los 40 (aunque también para las generaciones posteriores por eso de los reestrenos) ver en cine el concepto de la muerte traducido en la figura del padre de Bambi (un padre ausente de corte sombrío que no conocemos hasta ese momento con el diálogo fatal y brillante de “tu madre no vendrá, Bambi” y que lleva implícito un “déjese ya de joterías, m’hijo y hágase hombre, vamos a la cantina a oír a ‘No hay novedad’”).
El autor describía su angustia sentado en la butaca de cualquier cine chilango al ver cómo Bambi se alejaba de las llamas y el humo, del peligro de los cazadores y del cadáver de su madre que sabíamos, estaba en algún lugar.
El llanto de los niños y la pregunta obligada de “¿qué le pasó a la mamá del venadito?” dirigida a la padre o madre que con gesto de pánico se preguntaba por qué demonios Disney no decidió matar a una bruja sucia y asquerosa como la de Blancanieves en un desfiladero (de modo bastante más cruel, por cierto, pero mucho más fácil de explicar “es que era bien mala, hijito”, con un disimulado llamado a la violencia moral y a tirar la primera piedra).
En fin, todo se refería al significado de la muerte de la madre del venado para una serie de generaciones que fuimos viendo la película en diferentes épocas (la película gringa es del 42 pero se tradujo al español hasta el 64 según Wilkimedia).
Me quedé pensando en ello y en su significado, recordemos que décadas después las generaciones que andan ahora pasando de los 18 años reafirmaron ese trauma infantil con la muerte del padre de Simba en el Rey León, cuando su hermano le clava las garras para dejarle clara su traición y dejarlo caer irremediablemente a la estampida que simbolizaba la muerte.
Disney nos enseñó la muerte, después de todo, para luego mostraron límites insospechados de crueldad y miedo con Pinoccio (¡Dios, no me permitas caer en manos del pederasta y lenón Stromboly!).
Oh, tiempos aquellos.
Sin embargo, reconozco que en mi caso no es ese el símbolo más impactante de la muerte, pues si bien se quedó muy grabado, hubo momentos mucho más impactantes, más profundos y más decisivos, en especial uno.
No se si debo agradecer o lamentarme porque mi generación haya sido una de las primeras en dejarse seducir por el animé japonés.
Qué días aquellos frente a Remi, Robotec, Voltron y tantos dramas que iban mucho más allá de lo patético, pues cargaban una influencia muy marcada de las tradiciones japonesas y sobre todo, una fijación y casi idolatría hacia el dolor y la muerte.
Obvio esto era de modo muy anterior a Los Caballeros del Zodiaco que muy apenas alcancé a ver en mi adolescencia; en realidad, la escena de muerte que más recuerdo es la del hermafrodito de la segunda imagen: el barón Ashler.
Quien no haya vivido la televisión infantil y preadolescente de la segunda década de los 80 no sabrá de qué hablo, los demás lo tendrán clarísimo. Mazzinger Z.
Esa era la gloria de los dioses. La serie comenzaba con el atroz asesinato del abuelo del protagonista, Coji (inserte su chiste aquí) y proseguía con más y más violencia y múltiples guiños al sexo y el erotismo (desde los senos explosivos de Afrodita hasta el desliz de Coji con Erika en un capítulo bien pesado).
Pero por encima de todo, el Barón: esa figura que décadas antes del imbécil de Ranma ½ ya provocaba todo tipo de teorías en los transportes escolares sobre su verdadera sexualidad, su verdadera identidad, la naturaleza de su odio, su talento, su fracaso y más allá de todo: su honor y su muerte.


El capítulo merece ser enmarcado cuadro por cuadro: por alguna razón Ashler sostiene una batalla submarina con Mazzinger Z en la que al parecer está finalmente a punto de acabarlo.
Entonces las cosas cambian. Todo sale mal. El Barón sería derrotado una vez más. Es cuando uno de sus soldados se le acerca para decirle que se sólo queda huir y si no huyen se los va a cargar el payaso (uno muy parecido a Globito Reloaded, chiste sólo para regiomontanos freaks), y es en ese momento cuando la animación toma directo la cara del Barón y sale la frase definitoria y muchos imberbes infantes de entonces apenas pudimos dimensionar. “No cambien el rumbo, haremos un ataque suicida”.
El submarino a toda velocidad. Mazzinger Z igual hasta que sucede lo inevitable. Ambas moles de acero (ay, wey, cálmese reportero policiaco) se estrellan en un duelo de fuerzas y deseo de destrucción que los deja a todos los implicados al borde de la muerte.
Coji malherido, Mazzigner medio desmadrado, toda la tripulación muerta y el Barón Ashler agonizando en la plaza, en el regazo del duque Gorgón muriendo mientras el mitad humano y mitad tigre jura venganza, la cual cumple al final de la serie.
Para tener también una vagina, el Barón los tenía muy grandes, eso que ni qué: un nivel de compromiso con una causa, con un deseo, una intención, un propósito que va mucho más allá de lo que vimos en las caricaturas gringas.
Y yo no tenía ni diez años…
Quizá ese fue uno de los factores que a la larga me provocó una obsesión con el suicidio, la muerte y la honorabilidad de ambos, además de entender desde muy tempranas etapas que una razón para vivir no es nada si no es también una razón para la muerte.
Al Barón Ashler lo conocí mucho antes de otros suicidas que he admirado y en buena parte influenció a muchos de los que hoy somos parte de este monstruo llamado postmodernidad, los que pensamos que la muerte debe tener igual o más valor que la vida completa.
No se, pienso en el valor que tuvo la tristeza y la melancolía para los que fuimos adolescentes hace diez años, la manera en que determinó esos mediados de los 90 con música grunge, películas independientes y todo lo demás.
Es triste que los mejores héroes, los que llevan a cuestas todo el honor y el sacrificio, sean siempre ficticios; como si el honor fuera mitológico.
Salud, Barón.

10 Comments:

Blogger Laudanum said...

yo lloré mucho con Bambi, de hecho, me sacaron del cine...

Auch.

10:13 a.m.  
Blogger  said...

Bambi es muy triste. El Rey León también.

12:08 p.m.  
Blogger Tramontana said...

Perdón pero yo no pertenezco a esa generación, así es que no sé de que hablas! Bambi... pues tal vez la vi pero ni me acuerdo.

1:59 p.m.  
Blogger MIGUEL S. said...

ya ve no todos hemos visto bambi

8:19 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Yo no vi bambi de niña, nunca la he visto y creo que nunca la veré. Pero pinocho da miedo y es cruel para los niños, refleja lo monstruoso que hemos hecho estes mundo y lo poco que nos interesa la verdad, el honor, la congruencia, etc.
Para mi el suicidio no parece honorable, el honor viene con las decisiones que tomas en vida y por la vida...la muerte honorable es consecuencia de una vida de honor.
si no encuentras héroes en la vida real tal vez se porque no los has buscado o simplemente has pasado de lado y no has notado la grandeza que algunos seres humanos tienen y entregan.

8:22 a.m.  
Blogger Dharma said...

Los héroes imperfectos de esos animés japoneses creo que están tomados de la realidad... y en el fondo existen, el problema es que sólo se los considera héroes en la ficción. El la vida diaria, idealizamos menos los valores y enjuiciamos más los defectos.
Creo que esa fue la enseñanza que me dejaron los muchos años de colgarme con dibujitos (años que aún transcurren en el presente, he de confesar).
Yo quería tener esos pechos con motor si vamos al caso...

Saludos.

11:35 a.m.  
Blogger Argüello said...

Somos una cultura obsesionada por la muerte. Todos. Estamos definidos por ella. Nos define el cristianismo cuyó trasfondo es la muerte y resurrección, nos define la conquista con armas y sangre, nos definen los holocaustos y las masacres. La historia completa está escrita con sangre. La filosofía de este tiempo y de todos los tiempos se define con la muerte. Con nada más. Lo que nos diferencia de la mitología japonesa es que a nosotros la muerte nos llega como tragedia, y a ellos como un hara kiri cargado de honor cuando ya han dado a la vida todo lo que podían dar.

3:32 p.m.  
Blogger AlexSilvaAlex said...

Pues después de ver Bambi, como la a semana mi papá me llevó a ver Pistoleros Famosos, en estreno y al Cine Juárez.

12:47 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Recuerdo perfecto la película de Bambi, y lo triste que me puse por la muerte de su madre, pero a quien definitivamente no toleraba era a Remi, me angustiaba ver que un niño se la pasara todo el tiempo en busca de su madre y cuando estaba a punto de encontrarla, resulta que ella ya se había ido del lugar, eso era una tortura para mí, y terminé por dejar de ver la caricatura y aparte odiarla por su crueldad de hacer sufir a un niño.
Y bueno Mazzinger Z, era mi héroe y claro que sufrí cuando pensé que moría.

2:00 p.m.  
Blogger Alma Ramírez said...

Cuando vi Bambi me cuentan que nomás veía la pantalla con los ojos bien abiertos, que no lloré. La única película que me ha hecho llorar cañón fue The Big Fish, la última escena. A dos años de distancia entiendo que fue catártico. Quienes saben qué pasó en ese tiempo y vieron la película sabrán a que me refiero.

7:12 p.m.  

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