martes, enero 31, 2006

Más pinches novedades....

Olvido

Sin pensarlo más, tomó el revolver de su cajón y con un gesto de desdén colocó el cañón en su sien como lo había imaginado tantas veces; los miró a todos en silencio y antes de acobardarse jaló el gatillo. La sangre, los trozos de cráneo y los fragmentos de seso quedaron regados sobre el piso blanco. Una mujer que estaba sentada junto a él cayó en una crisis nerviosa al sentir el sabor de la sangre en sus labios al haber sido salpicada. Todos comenzaron a gritar. Algunos comenzaron a correr. A los pocos minutos el lugar quedó vacío por el terror de los testigos.
Cuando volvieron, el cuerpo ya no estaba ahí, sólo estaba el charco oscuro de sangre y seso comenzando a resecarse.
El cadáver nunca fue encontrado y la muerte con el tiempo fue olvidada. Al cabo, a nadie le importó.

lunes, enero 30, 2006

Pinche novedad...

miércoles, enero 25, 2006

Aeon


Me resisto a ver Aeon Flux. Algo me lo impide. No sólo el hecho de que sea una película con toda la parafernalia hollywoodense filmada con el único objetivo de ganar dinero muy por encima de hacer una historia interesante e inteligente. Hay algo más que hace que ni con Charlize Theron me interese en sentarme a verla.
Habrá sido en el 96 cuando conocí a Aeon, aquella serie animada para quienes solíamos desvelarnos viendo cómo nuestras adolescencias se perdían irremediablemente en MTV. La pasaban una o dos veces por semana y la veía sentado en la mesa de la cocina en casa de mi mamá por ahi de las 12 de la noche.
Algo había en la serie que me llamó la atención desde la primera vez: el tono subversivo, el cyberpunk años antes de que Matrix lo consolidara, la profunda psicología de personajes (Aeon y Trevor), esa cortinilla de entrada y de comerciales en que se ve una mosca estática en el el ojo en blanco de Aeon para luego morir aplastada entre sus párpados (foto), y por su puesto, la voluptuosa figura de la protagonista.
Sin embargo, lo mejor de la serie eran las historias, de hecho, en parte es difícil llamarlo "serie", pues los capítulos no eran seriados: igual al final de un episodio podía morir Aeon, Trevor o suceder un apocalípsis accidentalmente provocado por un0 de los protagonistas que ponía fin a toda la humanidad (como realmente sucedió en una de sus mejores historias), y a la semana siguiente volvíamos a empezar con un nuevo planteamiento pero con los mismos personajes y sus psicologías.
Además, claro, la relación amor-odio entre Aeon y Trevor era una delicia. Igual se besaban y cogían (como en múltiples ocasiones los vimos) que se disparaban uno al otro al luchar por un objetivo diferente; se traicionaban, se reconciliaban y nunca sabíamos qué había realmente entre ellos salvo eso: una relación sado masoquista de amor y odio.
Por eso no me imagino a Charlize Theron cometiendo genocidios conciente o inconcientemente, con todo y su papel en Monster; no me la imagino destruyendo a la humanidad mientras trata de salvarla.
Una vez escuché a mi estimado Max Torres decir que las series se consciben originalmente como series precisamente porque no dan para películas. Pensemos en 24, Lost, Sex in the City, Desperate Housewives, todos los CSI, Nip/Tuck, y como ejemplo de lo que no se debe hacer pongamos los X Files, los Duks de Hazzard, Charly Angels y otras basuras peridas en el fondo de cualquier anaquel en la sección Favoritos de cualquier Blockbuster.
Las series son buenas por eso, porque son series. No es que estén compitiendo por el honor de convertirse en película.
Por eso me encabrona ver a Charlize convertir a la antiheroína Aeon en la próxima Gatúbela (la de Halle Berry), transformarla de la asesina feroz y despiadada en un simple objeto de lujuria sin mayor objetivo que darle mayor sabor a las palomitas.
En fin... Quizá termine yendo al cine como una forma de torturarme y cerciorarme de hasta qué punto destrozaron una de las figuras más interesantes creadas durante mi amada década de los 90.
Whatever...

Pilot Aeon Flux

1. Aeon is on shoot out at the main base. Blood, bullets, and guts are everywhere. Trevor notices a bug on his foot, and picks it up. Aeon proceeds to go into the enemy's base.

2- Some of the people that Aeon had killed is actually alive. Lying in a pool of blood, a man ("enemy") sees in his last bit of strengh, his friend (possibly lover) getting shot by Aeon.

3- Aeon goes deeper in the base, as she run into two people (one enemy, one dressed in black like Aeon) fighting over a suit case. She takes the suit case and kills them both. She goes deeper in the base and combines a bomb and a holder that was in the case. She then throws it aside, unaware something is stuck to her boot.

4- Aeon reach a room, which turns out to be a room for Trevor or some sort. She hides just as Trevor and a girl heads in. More people come into the room, making her retreat to another place. Fastforward. Aeon is now high now on one of the buildings, and spy on Trevor and that girl he was with. In back of them is a TV, where we don't hear any voices, but we find out a new bug (that Trevor just took out of this body) is spreading a new diease that currently doesn't have a cure yet. Aeon decides to go in to the kill but falls onto her death, when the object (nail) that was suck onto her foot goes into the heel of her feet, causing her to lose balance.

5- Someone from Aeon's head quarters, knows she is dead and terminates her body. For some weird reason, she is then reborn (or another copy comes out) and a really ugly guy, starts to lick her feet. Meanwhile with Trevor, we find out he created a cure for this disease, and becomes the most loved man in the pilot. Fastforward to present, a boy starts to buy a foot fetish magazine with Aeon on the cover. The kid then pays for it, and we zoom in the currency on the bill, where Trevor's face is on it. We are then left with a shot of Aeon (from a far) and the weird guy licking her feet (for all eternity)...

jueves, enero 19, 2006

Existes

Ante la falta de ánimo para escribir y la desigual ola de reclamaciones que distintas personas me han hecho llegar, rescato un ejercicio que escribí hace tiempo, nada del otro mundo. Saludos.


Estás en algún lado, lo sé. Puedo percibirte pero no puedo verte ni tocar ni adivinar tus contornos oscuros que me llaman en silencio. Me atraes. Eres imán implacable y círculo vicioso. Mar interminable sin sal en el que me ahogo sin remedio. Cielo sin forma, infinito imperceptible; voz que susurra sin voz. Existes. Sé que existes. Tienes que existir. Te ordeno que existas. Te pido / te ruego / te lloro / te grito: Existe. Existe. Existe. Una música silente suena allá en el fondo y sé que estás ahí, callada; me miras y esperas que te encuentre y me acerque para tocarte toda. Existes. Existes en las palabras que no digo y en los pensamientos guardados en el fondo de mi mente cansada y abrumada; existes en todo este cansancio y fastidio, en todos estos sentimientos asesinos. Existes en mi casa, en mi cuerpo, en mi odio y en mi llanto. En los gritos clavados sordos en mi infantil garganta irritada y apuñalada con voces de hombre que me guardo desde el pecho hasta mis amarillentos dientes. Existes en mi lengua y en mi paladar escaldado, en mi estrés de tabaquismo y mi desesperación alcohólica. Existes en el fondo de mi fracaso y en el nervio más sensible de mi mediocridad. Existes tras la caspa en los pelos del sabaco, existes en mi sudor podrido y maloliente, en mi ropa sucia, en mis extremidades cansadas de tanto ocio. En mi grito, en el silencio, en mi ausencia, en todo el llanto y esta soledad absurda que me he construido a fuerza de buscarte, a fuerza de tu ausencia, del olvido en que nos hemos enfrascado, en la blasfemia contra un dios que cada día veo más distante, mas arriba, allá, en la cima de este hoyo, donde me miran ellos con lástima y sin comprender nada de lo que sucede aquí en el fondo, toda la persecución idiota, la búsqueda en este diminuto e infrahumano espacio, como dos ratas hambrientas cazándose una a la otra. Aquí abajo no hay nadie y existes. Aquí abajo respiro aire denso y tóxico y tú existes; la vida igual viene que se va y tú existes; no hay visitas, no hay gente, no hay amigos ni familia, no hay hijos ni esposas, pero sé que tú existes; todo se va, todo termina, todo acaba por frustrarse y con todo tú existes. Existes como condena y como razón, como justificante necia y verdad fulminante. Existes como un dios, igual de absurda, tan ilógica, tan despreciable, tan cruel.
Pero existes y estás en algún lado, lo sé.


Antonio Argüello
13 de marzo de 2004

miércoles, enero 11, 2006

Mariel

Te escucho hablar. Es cierto, en verdad lo hago. Te escucho decir lo que tienes que decir, escucho atento cada hecho, cada situación que describes. Te escucho enumerar eventos y actividades. Tus frases. Tus memorias. Tus anécdotas. Te escucho atento mientras narras tus andanzas, tus éxodos, tu alegría y tu pena. Tus aventuras en la soledad de una ciudad que no es tuya pero que posees más cada día; la tocas, sientes y penetras como a una puta que finge ser virgen sólo para que tú la descubras, la hagas tuya, sin darte cuenta que en realidad la virgen inocente has sido tú. Sí, tú: poseída por el libertinaje de una ciudad sin fronteras, límites, ataduras, dios, padres, hermanos, viejos amigos, sermones, moralejas, mandamientos ni consecuencias. Libertad. Sí, sólo libertad. Noches de desvelo. Vino. Sexo. Tequila. Felaciones. Cunnilingus. Todo.

Así son las ciudades: te poseen cuando las haces tuyas, debiste saberlo. O quizá ya lo sabías y sólo fingiste inocencia cuando por teléfono me preguntaste insegura cómo debía sentirse un orgasmo, pues no sabías si era eso lo que sentiste con aquel desconocido o era una convulsión por el exceso de cerveza y vodka.

Tomas a pequeños sorbos de tu café y sigues contándome de hombres que no conoceré, de bares que dudo vaya a visitar y calles por las que jamás andaré, todo salpicado con el aderezo de la emoción, el descubrimiento, la virginidad recién perdida. Todo lo que no eres aquí. Lo que eres sólo en esa ciudad a la que perteneces, donde no tienes las ataduras, las culpas, los traumas y complejos para los que Freud no inventó un nombre. Donde existes. Simplemente existes…

No tiene caso que lo intente. Tú no existirás más aquí. Asesinaste a la joven que vivió conmigo en esta ciudad y te la llevaste lejos, muy lejos para enterrar su cadáver y no permitir que nadie lo encuentre jamás. Olvidada. Perdida en algún hoyo profundo mientras tú sigues meneándote por las calles oscuras de la lejanía y la ausencia, donde no te encuentro, donde no estoy y no está nadie más, porque la gente que te acompaña no existe aquí, no existe para mí y no existe para nadie en este sitio que abandonaste porque te quedaba corto, te venía mal como zapatos de talla menor: te lastimaba, te incomodaba, te limitaba, te cortaba la circulación. No eras aquí. Existías apenas vulgarmente.

…Y sigues hablando, sigues mientras escucho en silencio, mirándote a los ojos, toda tu arenga en un esfuerzo sobrehumano por no perder un ápice de lo que dices. De repente, el impulso me vence: sin pensarlo más coloco mi mano sobre la tuya, la aprieto con urgencia y acerco mi rostro al tuyo cuando extrañada has frenado tus palabras:

-Quiero coger contigo, Mariel.


Antonio Argüello
11 de enero, 2005

lunes, enero 09, 2006

60 por ciento

You Are 60% Weird
You're so weird, you think you're *totally* normal. Right?But you wig out even the biggest of circus freaks!
How Weird Are You?


Adiós, Viviana...

Life goes easy on me…
Most of the times
Damien Rice


Viviana enciende un cigarrillo mirando por la ventana mientras el hedor de la habitación se amalgama lentamente con el de la cerveza, la marihuana y su propio flujo vaginal, toda esa atmósfera que hemos ido creando a lo largo de la noche.
Desnuda frente al vitral, Viviana observa las luces neón que dan el tono multicolor a estas noches en el centro. Ese arcoiris decadente que durante dos años ha enmarcado nuestras noches en este hotel de cien pesos la noche, con clima, televisión por cable y agua caliente, como lo anuncia el cartel en la puerta principal.
El aire se respira denso con el humo de los dos canutos que hemos fumado y la infinidad de cigarrillos cuyas colillas se amontonan en el cenicero sobre el buró color caoba a mi lado de la cama, junto a la libreta de notas y el bolígrafo del hotel.
No es la primera vez que fumamos marihuana en este hotel antes y después de coger, como tampoco sería la primera que el administrador tocara la puerta en caso que así lo hiciera, pidiéndonos que al menos tengamos la decencia de abrir una de las dos ventanas que dan al exterior. Han sido tantas ya estas noches… Sin embargo, sí es la primera ocasión que a Viviana el pasón le da para abajo, al menos la primera vez que sucede conmigo.
Todo es tan molesto. Ahora mismo fuma en silencio mirando la nada en las calles mal iluminadas como esperando que diga algo, aguardando la palabra dulce y el acta de rendición, cuando sabe que no lo haré.
-Al menos podrías ser un poco empático –dice cuando dos lágrimas caen de sus ojos hinchados hasta el punto de desaparecer. –Al menos podrías fingir que te importa.
Callo. Tratando de mujeres es importante distinguir cuando no existe palabra en el idioma que pueda mejorar las cosas, cuando el silencio es la mejor salida para al menos no empeorar la situación.
La observo aun desnudo y recostado sobre la cama, cubierto únicamente por las sábanas empapadas de sudor y manchadas de ceniza y sabrá Dios qué más.
-Eres terriblemente egoísta, Marcelo… No sabes cuánto lo eres. Eres egoísta… egoísta y desalmado…
Puta madre… “Egoísta y desalmado”, ahora seguro dirá que yo maté a Colosio y a todas las muertas de Juárez, y seguro yo no tendré energía para defenderme o al menos decir algo distinto a lo que ella afirme. Así es siempre. Así de simple. En estos momentos nunca soy nadie para levantar mi escudo moral y defender los esbozos de dignidad que puedan quedarme. Quizá por eso siempre preferí vestirme inmediatamente después de coger. Un hombre es todo lo que una mujer quiera mientras esté desnudo, para bien o para mal. El momento más vulnerable del hombre es después de eyacular. Ese minuto muerto. Esa capitulación efímera pero absoluta. Esa rendición total.
Sin embargo, ese silencio ante los ataques no implica en ningún momento que cambie mi parecer en lo dicho. En lo absoluto.
-Esperaba mucho más de ti, Marcelo… En verdad.
Por supuesto que esperabas más de mi, carajo… Siempre esperaste demasiado de nosotros sin tener razón. Nunca te di motivo para creer. Nunca te di motivo para esperar. Lo sabes. Claro que lo sabes como siempre lo has sabido y lo he sabido yo.
Pero ella no entiende. Una cosa es saber las cosas y otra muy diferente entenderlas y aceptarlas. Para Viviana ambas cosas son imposibles.
Ahí está ella: llorando frente a la ventana como niña con capricho atravesado. Tan pueril, tan empecinada.
Recuerdo la tarde que la conocí, hace casi diez años. Nancy nos presentó. Salíamos de algún motel en la carretera con alcohólicas intenciones y Viviana le telefoneó al celular. Nancy se alegró de escuchar la voz de su joven amiga y la citó en el bar de comida alemana donde solíamos embriagarnos. Ahí nos vimos.
En ese entonces aquella muchachita de 17 años que bebía cerveza oscura y fumaba constantemente me significó más un interés científico que erótico. Ese rostro infantil y tímido, travieso; esos ojos cafés ocultos tras unas gafas negras y redondas como John Lennon pero con una hoja de marihuana dibujada sobre los cristales. Esa figura alta y espigada, cubierta de prendas negras y gastadas, un chaleco bordado, unas botas industriales; el talante sin gota de pintura; la cabellera larga y negra como Janis Joplin. Y su voz… La voz de un ángel oscuro salpicado del infantilismo del semblante, el mismo contraste de su imagen.
Hablaba de libros secretos, de oscurantismo; de Poe, Lovecraft y todas las fábulas y leyendas a su alrededor, de brujas y demonios, de toda una mitología folclórica y urbana que aplicaba y percibía en cada objeto donde fijaba la mirada. Cuentos de hadas para dormir niñas hechiceras.
Esa noche volví a coger con Nancy al borde del vómito y no volví a pensar en Viviana hasta la siguiente borrachera, y después a la siguiente. Hasta que después todo cambió. Encuentros casuales, el azar de nuestro lado… Y luego llegamos a esto, al sexo semanal en el peor hotel del centro… su gran fetiche que hoy no parece disfrutar.
-¿Cómo te hago entender que estoy embarazada, Marcelo? –Su voz retiembla en el yeso sucio de las paredes y yo continúo mi silencio. -¿Por qué me haces esto? –Y al decirlo se acerca a mí para apagar el cigarrillo en el cenicero.
Levanto la mirada aun lastimado. –Yo no te obligué a nada.
-Pero igual estamos aquí, nada cambia nada. –Da la vuelta y entra al baño para tomar una cerveza del lavabo donde las mantenemos en hielo. La abre y da un trago largo. –¿Qué vamos a hacer, Marcelo?
-Es falso que nada cambie, Viviana. Todo ha cambiado. Nada será igual. Bien lo sabes.
Y llora.
-Pásame una cerveza por favor. –Aviento la cabeza a la almohada.
Ella va al baño. Antes de tomar una lata se sienta en el excusado y orina mientras enciendo un cigarrillo y la observo. La miro sentada en el inodoro desnuda. Sola. Su espalda encobrada. Sus codos sobre las rodillas sosteniendo el peso de su cabeza, apoyada en ambas manos. La mirada triste y frustrada. Toma papel y se limpia. Cierro los ojos cuando inhalo del cigarro y levanto el rostro. Guardo el humo un momento y lo exhalo buscando respuestas.
Cuando abro los ojos Viviana está de pie junto a mí con mi cerveza en la mano. Me mira con tristeza, como animal herido. La tomo por la cintura. Nos miramos en silencio durante un largo minuto. Ella trata de decir algo pero con el índice le hago la señal de que guarde silencio. Obedece. Me mira unos segundos más hasta que acerca su boca a la mía lentamente. Deja la cerveza en el buró y acaricia mi cabello. Nos besamos. Se recuesta sobre mí sin dejar de besarme. Siento en mi muslo izquierdo la humedad entre sus piernas y por segunda vez en esta noche hacemos el amor.
-Te amo tanto, Marcelo…
Pero yo no respondo. Esta vez no. A partir de hoy no volveré a responder ni a pronunciar las palabras fatales.
Viviana se queda dormida en el cansancio. Ebria de alcohol y de marihuana y de sus propias lágrimas, de su propia impotencia. En esta ocasión se pierde de mi debilidad después del sexo.
Pasan más de 20 minutos antes de que ella deje de sollozar entre sueños, de que sus párpados cerrados dejen de moverse con violencia y su boca cese de susurros ininteligibles. Es entonces que me levanto.
Sin hacer el menor ruido voy levantando poco a poco mis cosas. Me visto rápido y en silencio. Esta vez evito ducharme para no despertarla. Guardo el hedor de nuestros fluidos en el cuerpo. Me siento bien con ello. Una breve tortura. Un alargamiento del momento. Sé que no volveré a este hotel, a este cuarto. Sé que no volveré a hacer el amor con Viviana jamás.
Antes de girar el picaporte de la puerta miro nuevamente la libreta de notas y el bolígrafo sobre el buró. Pienso en dejarle una despedida escrita, un adiós, lo que sea, una afirmación de la ruptura, pero decido no hacerlo.
Vuelvo la cabeza una última vez. Abrir una puerta siempre conlleva la tentación de volver a cerrarla. Viviana yace desnuda sobre la cama durmiendo profundamente. Su piel descubierta me recuerda el calor de nuestros primeros besos, la delicadeza de la primera vez que tuvimos sexo en su departamento, antes de tantas cosas. –Será una buena madre. –Me digo más a manera de justificación. Ya no me acerco. No le beso la frente. No acaricio sus mejillas. No le susurro un tierno “adiós” al oído. No romperé su momentánea paz… tampoco la mía.
Cuando siento el cobre frío en mi mano pienso repentinamente en Nancy. Seguramente se extrañará al verme llegar en plena madrugada. Que si mi viaje, que si la junta fuera de la ciudad.... No me importa. Tengo todo el camino para pensar una historia.
Giro el picaporte y salgo del cuarto sin detener mi paso. Del bolsillo derecho de mi pantalón tomo mi anillo de matrimonio. Es entonces que me doy cuenta: llevo conmigo también el de Viviana. –Mierda –me digo, -pero en fin: cualquier excusa que invente su marido la creerá, bastante contento estará al saber que será padre.
Al llegar a la calle tiro el anillo de Viviana al primer bote de basura que se atraviesa a mi paso. Antes de llegar a mi coche levanto la mirada hasta la ventana de la habitación. Ahí está ella: Viviana. Me mira estóica. Me ve congelada como el fantasma de una casa embrujada. Sigue mi paso por todo el estacionamiento sin dibujar expresión en el rostro. Yo tampoco levanto la mano ni hago además alguno para despedirme.
Antes de abordar el vehículo la miro una última vez, su figura desnuda en el ventanal, su cabello de Janis y su silueta aun delgada, sin que se haya hecho evidente aun el embarazo. Lo último que veo es su brazo levantarse para cerrar la cortina y desaparecer en la oscuridad. Nada más.
Comienzo a sentir el frío de la madrugada. Enciendo un cigarrillo antes de subir al coche. Me voy a casa.


Antonio Argüello
8 de enero de 2005

viernes, enero 06, 2006

No words


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martes, enero 03, 2006

Your powers are weak, Obi One


Me robé este texto (el diálgo hasta abajo que corresponde a la segunda foto) e imágenes de un fotolog dedicado a Trainspotting. Nunca dejará de darme pena ver lo que hoy es Ewan McGreggor comparado con aquel marcado acento escocés de sus primeras películas con Danny Boyle, esa complexión anoréxica y la mirada entre emotiva y perdida con que se convirtió en uno de los íconos de la postmodernidad a finales de los 90, antes de que George Lucas lo convirtiera en lo que hoy es: una pieza intercambiable en un ensamble donde los actores son lo más prescindible de todo.
En fin... El sentido de de esta imagen en realidad no es Ewan, sino la chica que en ambas fotos aparece a la izquierda. No recuerdo el nombre de la actriz, también muy escocesa. Diane era el nombre del personaje. Quienes hayan visto Trainspotting recordarán la escena de la foto de abajo, justo después que Renton ve a Diane en el bar y la sigue hasta la calle perdidamente enamorado de ella para dar lugar el diálgo que cito al final. También el espectador está enamorado de Diane para entonces. Al menos yo lo estaba y lo sigo estando.
Tembién quienes han visto la pelicula sabrán que esa misma escena es el preámbulo para una de las mejores secuencias de la película: aquella donde Renton se va a casa de Diane, Tommy con su novia y Spud con la suya, con quien tendrá el incidente de las sábanas y la cocina, todo armado en un impecable montaje paralelo...
Oh, cómo pasa el tiempo... Pensar que hace nueve años que apareció en cine con una de las peores reseñas que le he leido al Norte ("Con tomas alucinantes la película refleja el infierno de las drogas...") y una malísima e igualmente moralista traducción (Trainspotting: La vida en el abismo). Supongo que quienes dan el nombre en español a las películas extranjeras son los mismos que autorizan los proyectos de Televicine. Salud por Trainspotting y por lo que eran McGreggor y Danny Boyle hace nueve años, antes de pisar América y valer madre los dos. Pero sobre todo, salud por Diane.
Salutes.




RENTON Excuse me, I don't mean to harass you, but I was very impressed by the capable and stylish manner in which you dealt with that situation. I thought to myself: she's special.

DIANE Thanks.

RENTON What's your name?

DIANE Diane.

RENTON Where are you going, Diane?

DIANE I'm going home.

RENTON Where's that?

DIANE It's where I live.

RENTON Great.

DIANE What?

RENTON I'll come back if you like, but I'm not promising anything.

(Diane halts abruptly as a taxi pulls up).

DIANE Do you find that this approach usually works, or, let me guess, you've never tried it before. In fact, you don't normally approach girls, am I right? The truth is that you're a quite, sensitive type but if I'm prepared to take a chance I might just get to know the inner you: witty, adventurous, passionate, loving, loyal, a little bit crazy, a little bit bad, but, hey, don't us girls just love that?

RENTON Eh-

DIANE Well, what's wrong, boy? Cat got your tongue.

RENTON I think I left something back at the... (The girl has disappeared into the back of the taxi. Renton looks around).

TAXI DRIVER Are you getting in or not, pal?

Celso

Mientras escucho “Cumbia Sobre el Río” de Celso Piña se me ocurre escribir lo siguiente. Me queda claro con este track y con algunos otros que el Rebelde del Acordeón es la prueba viviente de que no hace falta ser trovador de Canto Nuevo ni roquero argentino o chilango para ser pretencioso. Supongo que el bato valió madre cuando el extinto Celso Garza lo convirtió en patrimonio cultural de Nuevo León. Una especie de carga sobre los hombros de Piña, una extraña responsabilidad de ya no sólo ser sabrosón, aparte de todo debe ser culto. Mmmmh… pienso en muchos roqueros de los ochenta y noventa: Caifanes, La Maldita, Fobia, Los Amantes de Lola, Neón y tantos otros que hicieron a un lado la espontaneidad de su música por la pretenciosa actitud de darle cierta urgencia y seriedad.
Últimamente he aprendido a disfrutar la frivolidad. Me son comunes los trayectos en mi coche escuchando a Natalia Lafourcade o a Miranda. Hay una profundidad en esas banalidades, en ese no buscarle significado a la vida, en ese no buscarle sentido a nada y simplemente disfrutar, dejarse llevar. Alguien me decía extrañado que jamás me hubiera imaginado brincando eufórico al ritmo de un buen ska, que no me visualizaba cantando alegre “Un Pato” de Natalia. No lo sé. Quizá la vida se vive mejor sin significados, sentido ni nada. La vida se hizo para vivirse y punto. ¿Para qué ensuciarla con flacas filosofías venidas a más?

lunes, enero 02, 2006

Bad day

No es cliché, me cae: no hay peor día que el primer dia laboral de enero... Al rato escribo